Los guardaespaldas de los bosques
Los agentes medioambientales se enfrentan a los incendios en uno de los veranos más difíciles de los últimos años
Alfredo Poveda tiene 32 años y trabaja desde hace siete como agente medioambiental (no confundir con bomberos forestales) en Castilla-La Mancha. Este madrileño ganó su plaza de funcionario por oposición (y su título de FP2 en la mano), como los 460 compañeros que trabajan con él en la región, donde la figura del interino no existe en su trabajo desde 2010, cuando echaron a todos los que había.
Los vecinos de Alfredo lo ven salir y llegar a casa vestido de color verde porque no tiene vestuarios en su trabajo. Sin embargo, muchos de sus vecinos no sabrán muy bien a qué se dedica.
Para que el común de los mortales lo entienda, Alfredo es un policía medioambiental, aunque sus competencias van más allá de los bosques. «Nos encargamos de la protección, custodia y conservación del medio natural desde el terreno forestal hasta el agrícola e incluso fauna y flora autóctona dentro de zona urbana», explica en pocas palabras. «Tenemos una dualidad: somos policía administrativa y también judicial, ya que en un momento dado jueces y fiscales pueden reclamar nuestra colaboración para aclarar un presunto delito», añade el agente, cuya palabra tiene presunción de veracidad ante las autoridades.
Sin defensa personal
Aunque es policía medioambiental , Alfredo no puede llevar pistola. Ni él ni sus compañeros. Trabajan a pecho descubierto. Su palabra, además de su físico, es la única arma que pueden exhibir ante uno o varios cazadores furtivos pillados «in fraganti», y que generalmente llevan escopetas, rifles y/o machetes. Además, los agentes medioambientales patrullan generalmente en solitario y en zonas donde la cobertura de telefonía móvil es nula (ABC necesitó cinco horas para contactar con Alfredo porque estaba trabajando en una zona boscosa).
Dada esa vulnerabilidad a la que están expuestos, desde la Asociación Profesional de Agentes Medioambientales de Castilla-La Mancha (APAM-CLM), reclaman «el derecho a llevar una defensa personal, siempre con la debida formación y el permiso necesario. Somos unos funcionarios que en determinadas circunstancias estamos sufriendo agresiones», explica Alfredo, portavoz de esa agrupación.
Él y sus compañeros se preparan para afrontar uno de los veranos más complicados en los últimos años, ya que campos y bosques se han puesto de postal de fotografía, debido a la lluvia que ha caído en los últimos meses.
Para la temporada alta de la campaña de incendios, que comenzó el 1 de junio y se prolongará hasta el 30 de septiembre, el plan Infocam estará dotado de unos 3.000 profesionales para la prevención y extinción de fuegos. Entre ellos, los 460 agentes medioambientales, un número exiguo a tenor del Plan de Conservación de la Naturaleza de Castilla-La Mancha, que «establece que la cifra ideal sería 700 policías» para el grandioso medio natural con el que cuenta la región: casi ocho millones de hectáreas, donde los agentes medioambientales tienen jurisdicción.
Con el cambio de Gobierno, Alfredo ha visto cómo las brigadas de investigación de incendios forestales (BRIF) han vuelto a tener disponibilidad absoluta las 24 horas del día y a analizar todos los casos.
«Nuestros ojos»
Sin embargo, cuando camina por el campo, mira a las torretas de vigilancia, donde echa en falta la presencia de personal fijo desde hace cinco años, cuando se redujo el número de estos vigilantes. «Son nuestros ojos, personas especializadas en divisar los fuegos a distancia. Muchas torretas están sin gente y los agentes medioambientales tenemos muy claro que para detectar incendios incipientes hay que contar con esos especialistas en las torretas», reclama.
No es el único lugar de trabajo donde se echa en falta la presencia de más personal. En la Serranía de Cuenca hay retenes contra incendios que patrullan día alternos y las plantillas tampoco están completas. «Hay que evitar la improvisación para evitar circunstancias peligrosas», sugiere el portavoz de la APAM-CLM.
Alfredo y sus compañeros también tienen que superar situaciones comprometidas cuando acuden a emergencias: sus vehículos, de blanco inmaculado, no están dotados de dispositivos luminosos de color azul. Son los rotativos V1 que llevan la Guardia Civil, la Policía Nacional, los policías locales, las agrupaciones de Protección Civil y las ambulancias. «Hay una directiva de la Comunidad Europea que establece que las luces deben ser azules, porque el color amarillo significa obstáculo en la calzada. Pero en nuestro caso no llevamos nada, ni rotativos amarillos ni azules», explica.
El caso de los 50 vehículos
¿Qué sucede cuando se les avisa, por ejemplo, de un incendio? «Vamos lo más rápido posible —añade—, pero no podemos garantizar la seguridad que requiere ese desplazamiento, porque no podemos avisar al resto de conductores de al vía que nos estamos dirigiendo a una situación de emergencia».
De noche, la cosa se complica aún más. Solo les queda activar como posesos las luces largas y cortas, y en algunos casos tocar el claxon, para avisar a los conductores que adelantan o con lo que se cruzan en una carretera comarcal de doble sentido.
El pasado mayo, los agentes medioambientales creyeron ver la luz al final del túnel, pero solo fue un espejismo. Hubo una compra de 50 vehículos que llevaban montados de serie los rotativos azules luminosos y sonoros, cuyo coste oscila entre los 1.000 y los 2.000 euros por unidad. Sin embargo, esos puentes de luces «fueron desmontados inmediatamente nada más llegar de fábrica», según denuncia Alfredo Poveda, con lo que «los dispositivos también perdieron la garantía de compra porque fueron manipulados por terceras personas». ¿Por qué fueron desmontados? La historia viene de largo. «Después de que montaran esos dispositivos en 2011, hubo una queja de un teniente de la Guardia Civil de Toledo, en la Dirección General de Tráfico le dieron la razón y nos retiraron los rotativos», asegura el portavoz de la APAM-CLM.
Hoy en día, Poveda apunta como responsable de esa situación al director general de Política Forestal y Espacios Naturales de la Junta de Comunidades, Rafael Cubero, mientras que en la vecina Comunidad de Madrid los agentes forestales «sí llevan rotativos azules desde 2007».
A eso se suma que en Castilla-La Mancha los policías de los bosques patrullan «con vehículos con una rotulación muy deteriorada y, en otros casos, sin rotular, totalmente blancos, ya que han sido cedidos por otras consejerías». «¡Y eso que somos agentes de la autoridad!», exclama Alfredo.
Incendio de Seseña
Precisamente como policía medioambiental, Poveda hace una lectura «muy negativa» del incendio en el vertedero de neumáticos de Seseña el 13 de mayo. «Si hay un responsable, es quien ha provocado la acumulación de los neumáticos. Ahora bien, si las administraciones conocían los hechos, podían haber activado los cauces para dar salida a eso. Es evidente que los gases que se han emitido no son buenos para la salud. Podemos afirmar que ha sido una de las peores catástrofes ambientales que ha sufrido España», asegura.
Ahora Alfredo y sus compañeros esperan que los fuegos no jueguen malas pasadas este verano. Por el bien de todos.
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