Observación. Momentos faunísticos de un agente medioambiental: las mantis.

Empiezo a escribir esto a mediados de diciembre, mientras espero a unos señores del INIA, que vienen periódicamente a medir parcelas de pinar: diámetros, crecimientos, regeneración… cada loco con su tema, como siempre. Son las 9 de la mañana y ha helado un poco, un par de grados bajo cero. El caso es que, mientras acuden, con los ojos en modo macro y la cámara en la mano me pongo a buscar alguna foto bonita, telarañas y hierba helados, ya sabéis… apartando una espiga, algo se mueve entre el pasto, junto a mi mano, pero no lo veo a la primera. Después de unos segundos, otro balanceo… y ahí está: es una ninfa de Empusa. Ya se que me enrollo como una persiana, pero ella (es una hembra) es mi motivación para escribir está nota sobre los Mantodea ibéricos.

Empusa

Me gustan las mantis desde siempre: desde el miedo de la infancia (los chicos mayores decían que eran venenosas, lo que las hacía más fascinantes a mis ojos), a las sesiones de fotos, pasando por las «investigaciones» en las bibliotecas de la era pre-internet y los pocos libros que uno podía encontrar y comprar. Bendita Chinery. En fin, las mantis tienen muchas cosas que las hacen objetivamente interesantes: insectos llamativos, de tamaño mediano-grande, cazadores implacables, la “leyenda negra” del tema reproductivo… y luego está mi subjetividad: me parecen de los insectos más bonitos y perfectos. Sé que es una chorrada, todo ser vivo es perfecto, y si no lo es, se extingue. Pero qué le voy a hacer, uno tiene sus preferencias. Y no deja de ser curioso; taxonómicamente, Mantodea es un suborden dentro del orden Dictyoptera. En español, que los parientes más cercanos a las mantis son las cucarachas, posiblemente unos de los bichos menos atractivos para la mayoría de las personas.

Hay, además, una gran ventaja para su estudio: quizá sea la familia de invertebrados con menos especies en nuestra Península; son 9 géneros con una especie cada uno, y 1 género con 5, 14 especies en total. Y con caracteres distintivos más o menos claros, así que vamos a poder identificar la mayor parte de las mantis que veamos.

                Todas ellas son especies más o menos termófilas. De hecho, de las más de 2000 especies reconocidas, sólo unas 18 llegan al sur y centro de Europa; de ahí la “escasez” de especies que comentaba antes, es simplemente porque estamos cerca del límite septentrional de la distribución del suborden. En principio, los pastizales con matorral son el hábitat idóneo para todas ellas, aunque luego cada una se encuentra más a gusto en los pequeños micro-hábitats que se generan: como son predadores, seleccionan las zonas donde encontrar a sus presas potenciales. Las especies más grandes buscan zonas de pasto (son cazadoras activas, depredan sobre bichos casi de su tamaño, incluyendo ortópteros), Empusa las zonas de matorral bajo (a pesar de ser grande, no es muy poderosa, y su presa típica son los dípteros), Apteromantis los tomillares, Rivetina zonas más cálidas, con matorral más denso y adelfares…

A priori podemos diferenciar entre mantis grandes y pequeñas, siendo las grandes más “facilonas”. La mayor en tamaño y peso es Sphodromantis viridis, que suele ser verde y tiene un ocelo blanco en la mitad anterior de las tegminas (así se llaman el primer par de alas, membranosas pero algo coriáceas, que protegen al segundo par, que son las que utilizan para volar; el equivalente a los élitros en los coleópteros, vamos). Las hembras alcanzan los 9 cm de largo, mayor que cualquier otra mantis, y los machos miden hasta 7 cm con lo cual sí solapan con otras mantis, aunque la mancha blanca de las tegminas hace a la especie inconfundible… Esta es la especie grande más termófila, de distribución principalmente norteafricana y en el sur de la Península Ibérica, aunque cada vez es más frecuente en la zona centro. Lo cierto es que los machos son voladores ágiles y pueden hacer grandes desplazamientos, pero las hembras tienen restringida la movilidad, son tan pesadas que casi no pueden volar. Y, aun así, cada vez se las ve más al norte. ¿Han colonizando la Península recientemente? ¿Les está ayudando el “cambio climático”, sea lo que sea lo que signifique eso? ¿Llevan aquí más tiempo, y es solo que ahora hay más ojos mirando? Una cuestión digna de estudiarse…

Las dos siguientes en tamaño son Mantis religiosay Empusa pennata, alcanzando las hembras los 7 cm y los machos algo menos. Mantises la típica mantis, verde o parda, sin ningún ocelo en las tegminas, y tórax claramente más corto que el abdomen, que es liso. Da la impresión, sobre todo las hembras, de ser un bicho fuerte, macizo, al contrario que Empusa: alargada, delicada, tórax delgado y casi tan largo como el abdomen, que presenta varias protuberancias en cada segmento. También es parda o verde, y el macho tiene una «cresta» cónica en la cabeza y largas antenas plumosas; en la hembra la cresta y las antenas son más pequeñas.

Hay otras tres mantis algo más pequeñas pero aún llamativas: Iris oratoria, Rivetina baetica, y Pseudoyersinia paui; Iris es verde, pero se distingue muy bien porque el ala posterior está coloreada con un ocelo muy llamativo, azul y rojo, y en cuanto se mosquea lo enseña para disuadir. Ribetina también tiene ocelos en las alas posteriores, y los enseña cuando se la molesta, aunque son mucho menos llamativos. Es parda, más mimética, y el pronoto (la parte delantera del tórax) tiene el borde aserrado, se ve bien con lupa. Además la hembra tiene tegminas y alas truncadas, que sólo cubren la mitad del abdomen. En cuanto a Pseudoyersinia, es parecida a Mantis religiosa, más pequeña, y parece ser que está restringida a zonas mediterráneas litorales en Castellón y Tarragona. Nunca la he visto, y tampoco puedo dar muchas referencias sobre ella…

Esas eran las grandes. Las pequeñas son Perlamantis alliberti, Geomantis larvoides, Apteromantis aptera, y cinco del género Ameles.

Apteromantis aptera no tiene alas, ni esbozo visible de las mismas, pero lo compensa dando saltos, parece un saltamontes entre el pasto; es verde liso y de apariencia delgada, aunque lo más llamativo es la cabeza: con la mandíbula afilada hacia abajo y los ojos terminados en punta, y la «frente » escotada, tiene forma clara de V si la miramos de frente. Es la única mantis que está incluida en el CREA de Castilla-La Mancha, aunque no creo que esté realmente amenazada. Lo que pasa es que es endémica de la Península, y me da la impresión de que los primeros muestreos subestimaron la población.

Perlamantis alliberti es, quizá, la mantis «menos mantis» de todas: pequeña, parda, las alas casi transparentes que cubren totalmente y sobrepasan el extremo del abdomen; el tórax muy corto y el primer par de patas sin espinas… pues eso, «menos mantis».

Geomantis larvoides es exactamente eso, larvoide, con forma de larva. Esbozos alares, pequeña, Parece una ninfa de alguna otra mantis mayor, sobre todo de Ameles. Pero si nos fijamos en el tórax, en Geomantises más ancho en el tercio delantero, mientras que en las Ameles es más ancho en el centro.

Y las Ameles… para  identificarlas hay tres «grupos»: por un lado, A. spallanziana tiene los ojos en punta, parecidos a Apteromantis, aunque Ameles spallanziana sí tiene alas: perfectamente desarrolladas en el macho, gran volador, y esbozadas pero bien visibles en la hembra, que además tiene el abdomen engrosado y generalmente curvado hacia arriba. Por otro lado, en Ameles decolor los ojos son redondeados, el macho tiene alas y es buen volador y la hembra con esbozos alares, aunque no tiene el abdomen engrosado. Y, para terminar, Ameles assoi, A. nana y A. picteti, muy parecidas entre sí y con los ojos en punta terminados en una pequeña “espina” llamada mucrón. La determinación de estas tres especies se la dejo a los especialistas.

Aunque no tienen mucho valor, os adjunto dos pequeñas claves que he elaborado, por si os ayudan a identificar lo que veáis por el campo; hablan solo de adultos… las ninfas son otro cantar, aunque siempre se parecen a los adultos. Además. He excluido a Pseudoyersinia paui, ya que no la conozco bien y tampoco he podido encontrar ningún carácter distintivo para determinarla:

CLAVE MANTIS GRANDES:
1-        Tegminas con un ocelo blanco, verde, grande, poderosa – Sphodromantis viridis.
Tegminas sin ocelos – 2
2-        Borde del tórax dentado, mimética, la hembra con las alas truncadas – Rivetina baetica.
Borde del tórax liso – 3
3-        Alas posteriores con ocelo coloreado – Iris oratoria
Alas posteriores semitransparentes, sin ocelos – 4
4-        Tórax fino, casi tan largo como el abdomen, cresta cónica – Empusa pennata
Tórax macizo, de la mitad de longitud que el abdomen, ocelo negro en la base de las patas delanteras – Mantis religiosa

CLAVE MANTIS PEQUEÑAS:
1-        Sin alas ni esbozo de las mismas, ojos en punta – Apteromantis aptera.
Con alas, o esbozos alares – 2
2-        Tórax corto, patas delanteras pequeñas y sin espinas – Perlamantis alliberti.
Tórax de más del doble de largo que de ancho – 3
3-        Tórax más ancho junto a la cabeza – Geomantis larvoides.
Tórax más ancho cerca del centro – 4
4-        Ojos terminados en punta, pero sin mucrón; si hembra, abdomen engrosado y curvado – Ameles spallanziana
Ojos redondeados; si hembra, abdomen “normal” – Ameles decolor
Ojos terminados en punta, con un pequeño mucrón – 5
5-        …cajón de sastre, con Ameles assoi, A. nana y A. picteti.

En cuanto a fenología, todas son muy similares. Son Exopterygota, es decir, no pasan por fase pupal (no hay metamorfosis, ni capullo), así que desde que salen del huevo son muy parecidas a los adultos. Al final del verano y en otoño las hembras ponen una o varias ootecas, estructuras espumosas que se endurecen y protegen los huevos (varias decenas a varios cientos) en su interior. Pasan el invierno en forma de huevo, a salvo del frío y la intemperie. En primavera, emergen las ninfas y comienzan a buscarse la vida desde el primer momento, depredando sobre cualquier insecto pequeño que se les ponga a tiro. A lo largo de la primavera y verano van creciendo y madurando, y a mediados de verano ya pueden verse adultos. El cortejo no es muy elaborado: se basa en que el macho tiene que acercarse a una hembra agresiva y no muy dispuesta, y acoplarse a ella sin que se lo coman. Una vez que ya se ha acoplado, y empieza a bombear esperma, lo demás no importa: a la hembra, lo que más a mano le pilla es la cabeza, así que suele decapitarlo y empezar a devorarlo mientras aún sigue fecundándola… así que el macho es doblemente útil: fecunda a la hembra, y la alimenta, energía que se empleará en huevos, ootecas, y en definitiva, en que la especie perdure. Aunque lo cierto es que solo en las especies más grandes es común que la hembra decapite y se coma al macho, por ejemplo en las Ameles y en Empusa no se da este “canibalismo sexual”. Y después, ootecas y vuelta a empezar. Si el invierno es suave, algunos individuos (sobre todo hembras) pueden sobrevivir escondidos y alimentándose los días soleados, aunque no deja de ser una prórroga estéril: no verán una nueva primavera.

Antes he mencionado que pasan el invierno en forma de huevo. Eso es cierto para todas las especies menos una, la que da origen a esta nota, y cierra el círculo: Empusa pennata. Los adultos se encuentran a finales de primavera, con las primeras cópulas al principio del verano, y las ninfas emergen en verano y otoño, así que pasan el invierno refugiadas en la parte baja del pasto y los matorrales. Los días soleados suben a la parte alta del pasto, y aprovechan cualquier bicho pequeño que se les acerque, aunque en invierno no hay mucho que rascar. Siempre me ha parecido extraña esta adaptación: que un bicho termófilo se la juegue de esta manera, en una zona en la que los inviernos, sin ser duros, tienen días y semanas muy cabritos, es cuanto menos admirable. Afrontar el frío y la falta de alimento, para una criatura tan pequeña, ha de ser duro. Seguro que mueren la mayor parte de las ninfas: pisoteo de los ungulados en el pastizal, predación de insectívoros, heladas severas… ¿Ventajas? También: en cuanto llegan los primeros atisbos de primavera, las ninfas que quedan están preparadas para aprovechar la emergencia de la vida: dípteros, ortópteros, pequeños lepidópteros… cuando las ninfas de las otras mantis salen de su ooteca y empiezan a buscarse la vida, ¿a quién creéis que se encuentran? Entre otras, a las ninfas de Empusa. Con hambre atrasada de todo un invierno.

La Vida es maravillosa.